CIUDAD DE MÃXICO (Proceso).âEn la Cuarta Transformación todo es farsa. Miento. Casi todo. No lo son la militarización, la incompetencia, la improvisación y la corrupción.
A AMLO, en su afán de cambiar todo y hacerlo de manera precipitada e irresponsable, no le importa convertir a las instituciones públicas en pantomima: han sido objeto de humillación, sometimiento y burla la democracia, el sistema federal, el Congreso de la Unión, el Poder Judicial de la Federación, los poderes y autoridades locales. Poco o nada ha quedado al margen de su acción destructora. Humilla, somete, descalifica, desvirtúa y ofende. Prostituye todo lo que toca.
AMLO, que reiteró una y otra vez que no utilizarÃa a las Fuerzas Armadas en el combate a la delincuencia, faltó a su promesa; olvidó que censuró a los presidentes de la República que lo hacÃan. No recuerda que nos prometió regresar a los militares a sus cuarteles. Nos mintió y, por lo mismo, nos engañó. No sólo eso, dio órdenes a sus lacayos: los legisladores morenos y sus cómplices, de aprobar sus reformas, aun sabiendo que son anticonstitucionales. Asà lo reconoció expresamente.
Para lograr la anuencia de algunos priistas, recurrió a una institución que se supone es autónoma: la FiscalÃa General de la República. Ãsta los âconvencióâ. Alito, un pájaro de cuenta, sigue libre. Hay otros.
La precipitación presidencial volvió a recaer en el Congreso de la Unión. Era su turno. El mandamiento de aprobar la reforma por virtud de la cual la Guardia Nacional pasa a depender del secretario de la Defensa Nacional, que comprendió la modificación a diferentes leyes, fue en el sentido de que lo hiciera ârapidito y de buen modo, sin quitarle o agregarle una comaâ, se dirigió, de nueva cuenta, a los legisladores federales de Morena, comprendiendo a los verdes y a los del PT. Son lo mismo. Ellos, sin respetar su alta investidura, acataron la orden. Las reformas ya fueron publicadas y la violación a la Constitución, consumada.
Es la Constitución PolÃtica la que establece el principio de división de poderes; la que confÃa a cada uno de ellos una función diferente y complementaria. Sus autores, los constituyentes, partieron del supuesto de que serÃa operante y real; que los titulares de cada uno de los poderes públicos asumirÃan de manera responsable, independiente, digna y patriótica sus cargos. Que antepondrÃan los intereses nacionales a la âdisciplina partidistaâ; el respeto a la letra y sentido de la ley, a los intereses pasajeros de una Cuarta Transformación; que respetarÃan su dignidad como representantes de la nación y que lo harÃan por encima de sus intereses particulares; que en bien de la patria sacrificarÃan sus intereses egoÃstas de conservar su cargo o de reelegirse.
La Constitución, en su artÃculo 72 establece los principios fundamentales que regulan el proceso legislativo, entendido éste como las formalidades y etapas que real y efectivamente se tienen que observar y seguir para aprobar una ley o un decreto. No se trata de cubrir las apariencias. Los autores del texto fundamental partieron del supuesto de que los legisladores serÃan celosos de su independencia como parte que son de un poder y, por lo mismo, serÃan defensores de las altas funciones que tienen conferidas y que hacen operante el principio de división de poderes.
Los constituyentes, al establecer los principios que regulan el proceso legislativo, estuvieron muy lejos de normar la actuación de unos tÃteres o payasos. No establecieron los principios para hacer operante una farsa. Determinaron la forma en que se manifiestan los diferentes puntos de vista de los legisladores; previeron la intervención de comisiones que enriquecieran y depuraran las iniciativas; consignaron principios por virtud de los cuales, en forma alternada, razonada y libre afloraran las opiniones y que éstas se reflejaran en los dictámenes, en la discusión y la votación.
A pesar del mandamiento fundamental y de la protesta que rindieron de respetar la Constitución, una mayorÃa de legisladores traicionó el mandato que recibió de sus electores; acató las órdenes de quien es sólo el titular de otro poder; sacrificó la independencia del poder que representan y, con su voto, aprobaron reformas que contravienen diferentes preceptos de ella. A eso se reduce, en pocas, palabras, lo que hicieron.
Los legisladores, con su voto aprobatorio, contribuyeron a la militarización del paÃs y apresuran el fin de las instituciones públicas: democracia, división de poderes, Fuerzas Armadas sometidas a las autoridades civiles y acabaron con las instituciones republicanas que existen para combatir a la delincuencia. De ese tamaño es su responsabilidad. Su voto fue contrario a lo que dispone el artÃculo 21 constitucional. Lo sabÃan; en todos los foros se hicieron notar los vicios de anticonstitucionalidad que contenÃan. No pueden hacerse los ignorantes. Son corresponsables de la destrucción de las instituciones civiles y democráticas. Su actuación no fortalece el principio de división de poderes.
Quienes aprobaron las reformas anticonstitucionales pasaron por alto la responsabilidad que la Constitución les impone; faltaron a la confianza de sus electores. Merecen el calificativo de ser tÃteres, farsantes y de partÃcipes de una comedia de mal gusto. Son los responsables de la militarización del paÃs y de los altos Ãndices de delincuencia.
En 2018, cuando aún no comenzaba el sexenio de la 4T, al ver el cúmulo de violaciones graves a la Constitución PolÃtica, protesté. En Proceso dije: Asà no vamos a hacer la Cuarta Transformación. Ahora, cuando estamos a menos de dos años de que termine el sexenio, digo que la Cuarta Transformación fue una farsa y que AMLO nos mintió. No hubo violación en que no incurriera él, que nos prometió un cambio. Ãl, a los crÃmenes y antidemocracia priista, agregó la hipocresÃa; a la incompetencia panista, la corrupción; a la incapacidad de ambos, la perversidad. Luchamos por un cambio verdadero; fuimos traicionados.
Los que intervienen en una farsa se llaman farsantes. Los de la 4T lo son.
Análisis publicado el 18 de septiembre en la edición 2394 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.
CIUDAD DE MÃXICO (Proceso).âEn la Cuarta Transformación todo es farsa. Miento. Casi todo. No lo son la militarización, la incompetencia, la improvisación y la corrupción.
A AMLO, en su afán de cambiar todo y hacerlo de manera precipitada e irresponsable, no le importa convertir a las instituciones públicas en pantomima: han sido objeto de humillación, sometimiento y burla la democracia, el sistema federal, el Congreso de la Unión, el Poder Judicial de la Federación, los poderes y autoridades locales. Poco o nada ha quedado al margen de su acción destructora. Humilla, somete, descalifica, desvirtúa y ofende. Prostituye todo lo que toca.
AMLO, que reiteró una y otra vez que no utilizarÃa a las Fuerzas Armadas en el combate a la delincuencia, faltó a su promesa; olvidó que censuró a los presidentes de la República que lo hacÃan. No recuerda que nos prometió regresar a los militares a sus cuarteles. Nos mintió y, por lo mismo, nos engañó. No sólo eso, dio órdenes a sus lacayos: los legisladores morenos y sus cómplices, de aprobar sus reformas, aun sabiendo que son anticonstitucionales. Asà lo reconoció expresamente.
Para lograr la anuencia de algunos priistas, recurrió a una institución que se supone es autónoma: la FiscalÃa General de la República. Ãsta los âconvencióâ. Alito, un pájaro de cuenta, sigue libre. Hay otros.
La precipitación presidencial volvió a recaer en el Congreso de la Unión. Era su turno. El mandamiento de aprobar la reforma por virtud de la cual la Guardia Nacional pasa a........
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