Existen diferentes formas para dar inicio a un escrito o conversación, hablar sobre la ciudad, sus costumbres, sus habitantes etc., sin embargo sin ser irreverente, me inclino más hacia los infinitos modos informales que se pueden utilizar para tales efectos.
Es por eso que esta tarde de un día cualquiera del mes de mayo, doy comienzo a estas breves líneas agradeciendo a la Madre Naturaleza por la llegada de la temporada de las esperadas lluvias, que pronto devolverán al paisaje natural la verde tonalidad que el cálido verano se empeñó en convertir en enormes extensiones ardidas de tanta y tan severa sequía.
También retornarán los cielos despejados y las noches estrelladas, los bosques húmedos, el trinar de los pajaritos y la flores de todos los colores, y la tierra estará apta para nuevos cultivos.
Pozas, ríos, lagos y lagunas acogerán en su lecho la bendición del agua dulce, que no es más que la génesis de la vida misma y el elemento clave en torno al cual gira el perfecto funcionamiento del ecosistema natural. Por eso tenemos la certeza de que sin agua dulce no podríamos subsistir y mucho menos vivir.
Ese enorme respeto que siempre me ha inspirado la naturaleza y todos los bienes que ella nos pone a disposición parar hacer más confortable nuestro trayecto por el planeta Tierra, se ha profundizado progresivamente al comprender que de poco nos sirven los recursos naturales si estos son exclusivamente para recrearnos la vista, pues de nada vale tener bosques y no poder aprovechar su madera, poseer plantas medicinales y morir enfermos, contar con tierras cultivables y especies comestibles, y desvanecer de hambre; tener millones de litros de agua dulce........