Escaramuza y máscara

Alegamos palabras al no poder alegar las cosas mismas. O las palabras remiten a las cosas, el uso apofántico del lenguaje del que hablaba Aristóteles como base de la verdad, o las palabras son mentira, la forma que adopta el fraude para embaucar al ignorante o al interesado, al extremo de ignorar, diluir, extinguir, o anular la realidad. Crear cosas de la nada con palabras. Al unísono, la religión climática de Zapatero y el sexo fluido de la sumisa androginia sadomaso de Iglesias, como si no hubieramos leído «el amante lesbiano» de Sampedro.

La vocación pedófila de Montero, y la máscara sanchista del lenguaje, revisitado. Negar lo real y la experiencia de lo real es el emblema del socialismo patógeno. El caldo de cultivo del delirio. «La tierra no pertenece a nadie. Salvo al viento», el viento impredecible, irresponsable y lascivo de Zapatero, que se sirve de los hombres para esclavizarlos. Ninguna experiencia es posible sin anclaje en lo real, el resultado: la indiferencia política que conduce al hastío, la identidad fluida del pequeño Nicolás, o el relativismo pertinaz de tipo Alvise, que alimenta a autócratas y pontífices. El pontífice máximo de la ruina olímpica, declara con impudicia, que no hay ciencia capaz de determinar qué es ser hombre o qué ser mujer. No hay nada mas allá del nominalismo socialista y huero. Por qué no hacer que todos los atletas sean hombres o disfraces, el sueño jacobino del islamista y el pedófilo talibán. Antes de cualquier prueba radiológica hay que preguntar al hombre si no está embarazada.

Zapatero entendió, a su modo, a Lakoff, y el lenguaje cobró textura real: si quieres que las personas piensen en un elefante, basta con decir, «no pienses en un elefante». Zapatero va de pistolero por el mundo en el uso de su identidad líquida, oler el poder para saber qué decir en cada oportunidad, para que Maduro sepa que no hay ideas propias, sino que se alquilan a conveniencia. El mercado de las creencias que heredó la........

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