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«Mambrú se fue a la guerra»

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22.04.2024

Todo apunta a que el nacimiento de la simpática, graciosa e infantil canción “Mambrú se fue a la guerra” tuvo su origen a principios del siglo XVIII.

Según parece en la batalla de Malplaquet (1709), creyendo los soldados franceses que el duque británico de Marlborough había muerto, lo que ocurrió trece años más tarde, mofándose del supuesto fallecimiento de su enemigo, compusieron tan jocosa canción al ritmo de briosa marcha militar, pese haber sido derrotados en el campo de batalla.

Mambrú se fue a la guerra,
que dolor, que dolor, que pena.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa.
No sé cuándo vendrá.

Quizás los momentos actuales en los que el Presidente de la República Francesa -Emmanuel Macron- arde en furores guerreros, y trata, cual Napoleón sin Isla de Elba, de conducirnos a todos los ciudadanos de la Unión Europea a una guerra contra la Federación Rusa, en tierras de Ucrania, sean los más oportuno para, según rememoramos la deliciosa canción, “Mambrú se fue a la guerra” llevar a término algunas reflexiones sobre los belicosos espasmos del señor Macron.

Si vendrá por la Pascua,
mire usted, mire usted, qué gracia.
Si vendrá por la Pascua
o por la Trinidad.
Do-re-mi, do-re-fa.
O por la Trinidad.

¿Cuáles serían las causas para ir a la guerra los europeos? ¿Qué convicciones nos impulsarían? ¿Qué ideales nos guiarían? ¿En qué profundas creencias nos apoyaríamos?. Señor Macron.

Dice el Presidente de la República Francesa que debemos ir a la guerra en defensa de Occidente.

Hace décadas que en Europa se deja huérfana a la juventud de todo tipo de formación moral, de todo atisbo de educación ética, de todo espíritu de defensa patrio.

La cultura militar se desprecia y se rechaza. Uno de los problemas de los ejércitos europeos es la recluta, pues los jóvenes europeos huyen del sector profesional militar, en fiel obediencia a los principios en los que han sido educados. Y ya que la milicia es una religión de hombres honados como Calderón afirmara, Europa denuesta los valores castrenses y prefiere más que soldados una partida de matones a sueldo. Solo en el dinero confia Europa. Paga a otros países para que la protejan de las silenciosas invasiones. Y al mismo tiempo los lideres europeos aceptan gustosos ser corrompidos por esos mismos países para facilitar sus exportaciones a Europa, aunque con las mismas se arruinen los agricultores de la Unión Europea: Solo el dinero. Solo el dinero. Solo el dinero. Como cualquier puta, como cualquier proxeneta, como cualquier gánster, como cualquier malhechor, como cualquier dirigente europeo.

¿Y estando así las cosas, se nos habla de ir a la guerra a los europeos en defensa de Occidente?

Efectivamente, Occidente hace ya mucho tiempo era algo que merecía la pena defender.

Pero parece ser que aquel Occidente fue vencido y sus despojos vendidos en el mercado. Y su cádaver, a estas alturas, es tan solo alimento de los múlitiples carroñeros que de sus putrefactas visceras se alimentan.

Claro que sí: Occidente fue, recordémoslo, el creador del pensamiento sistemático; la cuna de Dante, de Goethe, de Cervantes, de Calderón y de Shakespeare; la tarima de Platón y de Kant; el templo del santo de Asis, de Juan de la Cruz y de la Santa doctora Teresa; el observatorio de Copérnico; el laboratorio de Edison y el aula de Einstein. El salón de Tomás Luis de Vitoria, de Mozart, de Bach y de Wagner; el taller de Miguel Ángel, Velázquez, Berruguete. Occidente fue quien puso las huellas humanas tanto en la cima del Everest, como en las Fuentes del Nilo.........

© Periodista Digital


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