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Pequeñas F(r)icciones: Un premier irrevocable

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31.08.2024

Apenas el premier, Gustavo Adrianzén, ingresa al auto oficial, Ambrosio Gálvez, su chofer, hunde el pie en el acelerador y consigue que su jefe se aleje, huya más bien, de la nube de periodistas que ha estado esperándolo. Mientras se distancian cada vez más y el vehículo ya parece flotar sobre el pavimento, Adrianzén mira, reflexivo, cómo la noche entristece todavía más la gris ciudad de Lima. Esa imagen luctuosa le agria el ánimo y lo empuja a pensar en él, no solo en su destino, sino en su presente, en, por ejemplo, su trabajo como premier, o dicho de otra manera, su oficio de inventor de excusas para explicar cualquier dislate presidencial. ¿Ha valido la pena aceptar el cargo? ¿Es necesario proyectar tan nítidamente la imagen de un defensor faldero y sin luz propia?

Mientras Gálvez presiona el embrague y hace un cambio —del tercer al cuarto—, mira de reojo al espejo retrovisor y se encuentra con la imagen contrariada de Adrianzén. Este, desde luego, sigue entregado a la complicada tarea de calzar su quehacer diario con las expectativas y valores que había llevado al cargo. En ese momento, como si hubiera tenido una epifanía, entiende con claridad meridiana lo que tiene que hacer. Y está tan decidido, tan seguro del paso a seguir que, sin previo aviso, sin mayor trámite, lo verbaliza: “Voy a renunciar”.

El anuncio de la partida rebota en todo el interior del vehículo, va, viene, hasta que se disuelve y deja un silencio que incomoda, por razones distintas, al conductor y al premier. Incluso, el auto mismo parece haberse puesto nervioso con la noticia y da una especie de salto como si fuera un gran sapo metálico que se acaba de atorar. Gálvez, que lleva en........

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