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Carita de culo

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25.11.2025

Hay una extraña creencia que me llama profundamente la atención: la gente que vive con cara larga, cara de culo, gesto tenso, ceño fruncido suele ser percibida como gente responsable, confiable, más competente, más ocupada, más importante e inclusive más interesante.

Si alguien entra a una reunión sonriendo amablemente y relajado posturalmente, habrá quienes lo perciban como un huevón, un fumón, seguro le sobra el tiempo, no debe tener tantos problemas. Si fuera a la inversa, es decir, con la cara larga, mandíbula apretada, gesto adusto y celular pegado a la oreja…: “Uy, carajo, acaba de llegar el capo, debe estar full, llenecito de responsabilidades”.

¿Cómo así hemos llegado a tremenda distorsión emocional? ¿Qué tipo de condicionamiento social nos ha hecho creer que la cara de culo es sinónimo de prestigio y que el buen humor es sinónimo de estupidez o mediocridad?

Probablemente, el relato venga de nuestros antepasados, donde desde la Colonia hasta el día de hoy el sufrimiento es considerado la prueba máxima del valor. Ya no son los látigos ni las coronas de espinas, ahora es nuestra cara larga.

¿Quieres demostrar que llevas el mundo a tus espaldas? La cara larga lo dirá por ti. Y así resulta que glorificamos la dureza. “Estoy estresado, entonces soy valioso”; “estoy saturado, entonces lo que hago importa”; “estoy agotado, entonces estoy haciendo algo importante”. Vivir en modo “me pesa la vida” me convierte automáticamente en un ser de valor para la sociedad.

La triste realidad es que quienes viven con “el mundo encima”, es decir, crispados, con los huevos u ovarios de corbata, son los que suelen estar emocionalmente desregulados, saturados, a punto de reventar…, desconectados de sí mismos.

La cara larga tiene el “beneficio” de ocultar tu vulnerabilidad. Es un escudo psicológico: evita conversaciones, evita cercanía, evita preguntas que duelan o sean........

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