Estamos en la campiña francesa. Dos parejas llegan a cenar un día antes de la invitación. Para superar el desacierto, salen a un restaurante. Está desierto, los meseros van y vienen desde el salón de al lado. Tanto ajetreo no es usual. Escuchan un lamento, descubren que están velando al dueño, ha muerto esa misma tarde. A partir de allí, seguirán un camino a ninguna parte, salvo a nuevos desencuentros, que interrumpirán la cena cada vez que vuelvan a sentarse a la mesa: llegan unos militares que, para variar, estaban invitados para el día siguiente y, mientras las viandas preparadas para seis se dividen entre veinte, tienen que retirarse por unas maniobras de guerra, que también han empezado de improviso; no reconocen al obispo vestido de jardinero, pero le rinden pleitesía cuando se viste como se debe, desde entonces será un invitado de honor como obispo y un empleado de la casa como jardinero; invitan un martini al chofer, que se lo toma seco y volteado, para confirmar que solo ellos tienen el refinamiento de beberlo de a pocos; la Policía los detiene por narcotraficantes, pero un........