Recordar el futuro
Miguel Jordán había visitado por cortesía a los barones Katelios, dueños de una isla griega entre el mar Negro y el Mediterráneo, en la ruta de la Unión Soviética para alimentar a la España republicana durante la guerra civil. Le habían prestado una ensenada para guarecer una lancha torpedera con la que pensaba hundir la mayor cantidad de barcos. Preparado por la Alemania nazi y bajo las órdenes de la España franquista, negarían vínculo alguno si lo apresaban, sería un simple pirata. La baronesa lo vio alejarse y el barón la imaginó con aquel marino grande y rubio. Algunos tenemos la facultad de adivinar futuros recuerdos, se dijo (Arturo Pérez Reverte, La isla de la mujer dormida, 2024). Recordar el futuro no es posible. Si el futuro no ha ocurrido, se lo puede imaginar, pero no recordar. Pero hay historias que se rebelan contra esos límites. Un poeta, atacado de paludismo, recordaría su muerte. “Me moriré en París con aguacero, un día del cual ya tengo el recuerdo, me moriré en París y no me corro, tal vez un jueves, como es hoy, de otoño” (César Vallejo, Piedra negra sobre piedra blanca, 1939). Efectivamente, se murió en........
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