Las termitas son una plaga. Comen glucosa y, para extraerla, carcomen la base de las columnas y de los pórticos de las casas de madera que, con el tiempo, se desploman. Si no fuese por ese fino polvillo que dejan y que las delata, no habría manera de combatirlas. Los castores tienen mejor publicidad, son unos roedores simpáticos que talan árboles para represar riachuelos y armar lagunillas, donde se alimentan, se protegen de sus depredadores, juegan y se procrean. Sin embargo, también destruyen, solo que bosques en vez de casas. De hecho, en la Patagonia son el principal problema para la sobrevivencia de los bosques australes, y se ha dado orden de cazarlos, o sea, de matarlos. Si no se hace nada, la degradación crece, en un caso porque no se ve y en el otro porque no se quiere ver. Será terminal porque, cuando se quiera hacer algo, será ya muy tarde.
Entonces, la verdadera tragedia no son las plagas, sino la indiferencia. Shakespeare la convirtió en literatura. Hamlet, por ejemplo, empieza con un laberinto de pasiones. El rey Hamlet de Dinamarca ha fallecido; luego se sabrá que fue asesinado por su........