03/02/202402/02/2024 Ejército Israel/EFE
Como escribe Ana Carrasco-Conde en su magnífico ensayo Decir el mal, el mal no es solo un acto que se hace o se sufre, ni siquiera es un conjunto de actos, es una dinámica que genera un orden en base a una lógica relacional que se refuerza a sí misma. El mal, como tal, es "una forma de relacionarnos". No veo cómo, en un futuro cercano -ni siquiera caso de producirse la paz-, Israel conseguirá romper la dinámica perversa que el genocidio en curso ha exacerbado; no veo cómo podrá deshacerse y superar las dinámicas relacionales que han sustentado y que a su vez se alimentan de todo ese mal.
Nunca antes vimos morir asesinados con nuestros ojos a miles de niños y niñas pequeños. El genocidio de la población infantil de Gaza a manos del ejército de Israel marca un hito emocional y moral en la historia contemporánea. Hasta hace poco la tecnología de muerte y exterminio desplegada por el régimen nazi el pasado siglo no solo ejemplificaba el mal absoluto sino que incluso lo modelizaba. Ni Ruanda ni Sebrenica desbancaron jamás en el imaginario colectivo al Holocausto judío como representación absoluta del mal. Y, sin embargo, después del asesinato en curso de miles y miles de gazaties - muchos de ellos niños y niñas-, estamos obligadas a reconsiderarlo todo.
El Holocausto judío, que no es solo un acontecimiento sino una poderosa narrativa fundamentada en hechos históricos probados, industrializada y difundida como una pedagogía........