19/08/202419/08/2024
El realizador danés Christoffer Guldbrandsen y el asesor político Roger Stone en un fotograma de A Storm Foretold (2023)Para algunas de nosotras las vacaciones se terminan. Tener vacaciones es un raro privilegio en un mundo de precariedad, fuertes tensiones políticas, cambio climático y guerras. Toda esta complejidad, sin embargo, va de la mano del esquematismo y la falta de sentido en lo referente a un debate público que de un modo creciente se nos presenta como lejano, extravagante, vergonzante y peligroso.
He visto el documental A Storm Foretold del danés Christoffer Guldbrandsen y su contenido invoca todos los epítetos que acabo de utilizar. En castellano se ha titulado Tempestad en Washington, es decir, de manera casi idéntica al film de Otto Preminger, Tempestad sobre Washington, estrenado en 1962 y rodado a partir del pullitzer de Allan Drury, Advise & Consent. La novela de Drury gira en torno a la moral pública y lo hace desde la perspectiva de la ética personal. Reflexiona sobre qué comportamientos son admisibles en política y cuáles lo son menos y plantea un dilema que, por lo que vamos viendo, se extinguió con el siglo XX: ¿hasta dónde estamos dispuestos a excavar en las vidas privadas de los individuos y cómo de legítimo es hacerlo al servicio de fines políticos? Es un clásico de la ideología americana esta indagación por los límites de lo personal y lo público, como lo son el asunto de la ambición y el poder descarnado o el tema del perdón y su valor para la convivencia y, por ende, para la vida política
El documental que Guldbrandsen empezó a rodar en 2018, siguiendo a uno de los personajes más nefastos y oscuros de lo que con Trump o sin él en la presidencia podemos llamar la "era Trump" de la política estadounidense, Roger Stone, nos coloca en las antípodas de cualquier debate sobre los límites del poder y la relación de la ética con la política. Más bien, la historia que la prolija y compleja documentación de la peripecia de Stone que Guldbrandsen rueda, habla de un mundo en el que la ética ha sido pulverizada por un tipo muy concreto de comunicación política. Uno en el que solo hay lugar para la manipulación y la mentira.
Hace pocas fechas Miquel Ramos escribía en Público sobre esta misma película. Su pieza llevaba el título de una frase que Stone pronuncia al inicio - Salvar a la civilización occidental es un trabajo duro- mientras fuma un puro Cohiba disparatadamente grande. Ramos incide en la paradoja que hay detrás del hecho evidente de que personajes como Stone, o su aliado Alex Jones, invoquen valores........