20/11/202420/11/2024 Imagen de X
La historia comenzó en 1971 en el hospital infantil de Texas, Houston, el día en que Carol Ann dio a luz a su tercer hijo. Tras las peores sospechas, el pequeño David nació con una brecha inmunológica tan severa que no podía entrar en contacto con el mundo sin poner en riesgo su integridad. La mínima racha de aire podía matarlo. El patógeno más inofensivo adquiría en su organismo una dimensión temible y definitiva. A falta de una terapia confiable, los doctores decidieron encapsularlo dentro de una cámara de plástico que iba a convertirse en su salvación y en su condena. En la prensa lo llamaban "el niño burbuja".
La vida de David me parece inquietante y conmovedora. Hay en las fotografías de aquella época una tristeza granulada, como de Polaroid, que subraya sin querer la nostalgia y la tragedia. Vemos al chaval atrapado en su propia profilaxis, rodeado de peluches esterilizados o enfundado en un traje de astronauta que la NASA diseñó para aliviarle las tristezas y permitirle pasear por la calle, mirar todo lo que nunca podría tocar, apretar la mano de otros niños sin llegar a sentir jamás el tacto de la piel, el escalofrío de una caricia, el calor que desprendemos cuando nos damos a los demás. Vetter murió a los doce años. Para entonces era tan famoso que tenía ya algo de inmortal.
En el imaginario colectivo, la burbuja representa un cuerpo frágil que estalla cuando crece más de la cuenta. Hablamos de la "burbuja inmobiliaria" para mencionar los delirios inflacionarios del mercado de la vivienda. Nos referimos a la "burbuja financiera" cuando observamos un crecimiento anómalo de los precios y sabemos que muy........