31/08/2024 Forograma de la película "Cruising" de William Friedkin (1985). Protagonizada por Paul Sorvino y Al Pacino.
Mientras escribo estas palabras, algunos hombres se arremolinan en ciertos espacios alejados de la mirada pública para practicar sexo. Encuentros breves –¿no lo son casi todos?– y anónimos, porque no tienen más objetivo que el de satisfacer un placer para el que, llegado el instante de la verdad, poco importan nombre u ocupación. Estos lugares, normalmente arboledas en parques públicos y servicios de estaciones o centros comerciales, forman un entramado histórico donde los hombres que tienen sexo con hombres han generado una manera de relacionarse eróticamente lejos de la norma.
De vez en cuando, esa norma se cuela en estos territorios con mayor o menor violencia. Puede ser en forma de policía, de bandada de cráneos rapados al cero o, como ha ocurrido recientemente, de intrépido discípulo de Kapu?ci?ski dispuesto a asombrar al mundo lo que allí ocurre: que un señor de 75 años de vez en cuando recibe una mamada, a pesar de los evidentes peligros que acechan y que solo pueden ir en aumento tras el señalamiento que supone el reportaje.
Palizas, enfermedades, insalubridad y "condones añejos". ¿Por qué seguimos empeñados los maricones en follar como animales salvajes, si ya nos podemos casar y ser normales? ¿No son estos lugares los que nos siguen dando mala imagen?
En realidad, la tensión entre la asimilación y la diferencia ha sido una constante en el colectivo LGTBI desde que empezó a organizarse, aunque casi siempre se ha mostrado más efectivo lo primero. Las conquistas institucionales han precisado de una demostración de igualdad: solo haciendo ver que nos queremos como vosotros se nos ha permitido acceder a vuestros derechos (aun con las reticencias que estamos cansados de padecer).
Poco a poco se ha extendido la sensación de que lo que reclamábamos era que nos dejaseis tener una vida como la vuestra, con la pequeña licencia de pertenecer al mismo género que nuestra pareja –tan única, estable y potencialmente reproductiva como la vuestra–. Y, así, vamos teniendo comedias románticas hechas para nosotros, wedding planners especializadas y hasta cruceros para conocer a alguien especial si todo falla y seguimos solteros. Se va completando el puzle de la normalidad, ¿no era lo que queríamos? ¿Por qué arriesgarlo todo por un polvo de medio minuto tras un matorral?
Lo disruptivo del cruising –ojalá se mantuviera el autóctono y mucho más sonoro cancaneo– no es que consista en sexo entre hombres. Es que en estos encuentros no se aplican muchas de las reglas sociales que actúan fuera, y que........