febrero 4, 2024febrero 3, 2024 Carles Puigdemont.-EUROPA PRESS

Uno de los hallazgos literarios más deslumbrantes de David Foster Wallace es el de haber titulado un cuento La niña del pelo raro. Qué envidia me dio el cabrón cuando lo descubrí. Sentí que mi vida carecía de sentido por no haber podido juntar esas cinco palabras antes de cascarla de un infarto de tuyocardio, amor mío. Y ya nunca podré hacerlo a causa de las prisas de Wallace por parecer inmortal. Así que lo asesiné. Lo de su suicidio es solo una tapadera bien montada. Si alguna virtud tenemos los escritores de novela negra es que sabemos asesinar sin necesidad de mayordomo que gotee arsénico en el té de las cinco de las marquesas británicas.

Lo ahorqué el 12 de septiembre de 2008 y, desde entonces, me persigue una maldición. Chicos de pelo raro no dejan de hacerse dueños de mi universo.

Cuando era niño y me preguntaban qué quería ser de mayor, yo siempre respondía que primer presidente negro de los Estados Unidos. Y el primer presidente negro de los Estados Unidos, Barack Obama, me legó como herencia a Donald Trump, el chico, hasta entonces, con el pelo más raro del mundo.

En aquel primer momento, enero de 2017, no relacioné la estupidez del pueblo estadounidense votando a ese fulano con la maldición que me había echado Foster Wallace, que tampoco llevaba el pelo muy normal. Todo hay que decirlo.

Pero dos años y medio más tarde, los británicos eligieron como primer ministro a Boris Johnson y a su pelo, y ahí sí que empecé a maliciar. Yo había ahorcado a David con toda sensibilidad literaria y cariño, y él me respondía con peluquera inquina.

Ahora van los argentinos y votan masivamente a Javier Milei. Ya no solo es que Milei tenga el pelo raro. Es que parece que han ahogado a Elvis en el meandro más sucio del Río de la Plata antes de peinarlo, momificarlo y presentarlo a las elecciones. Foster Wallace era suave y tierno cuando escribía, pero se conoce que, por el simple hecho de asesinarlo, se le agrió el carácter. Y su venganza de raro pelo contra mí va in crescendo. Los poetas asesinados son gentes excesivamente sensibles y, a veces, incluso pecan de petimétricos.

No me di cuenta de que Carles Puigdemont era otro chico de pelo raro hasta que Junts votó contra la ley de amnistía, redactada expresamente para él, y con su consentimiento y explícito apoyo durante toda su tramitación. Los chicos de pelo raro son inextricables. Trump es el primer presidente estadounidense en muchos años que no inició ninguna guerra, a pesar de sus ganas. Boris sacó a la Pérfida Albión de Europa, detalle que es de agradecer si se tiene en cuenta que la Gran Bretaña fue siempre entrismo estadounidense para destrozar Europa como actor político y geoestratégico. En cuanto a Elvis Milei, ya se sabe que los argentinos escriben mejores tangos cuanto más infelices son, y yo amo mucho el tango, así que no hay mal que por bien no venga.

En lo referente a Puigdemont, con su no a la ley de amnistía le ha dado a Pedro Sánchez la peor bofetada que haya recibido desde que es presidente de Gobierno. Y es bofetada que exige que, de alguna manera, consiga detener este golpe de Estado que desde hace una década están dando los jueces a nuestra democracia. De nada vale legislar si los que aplican la ley gozan de impunidad para interpretarla desde el delirio fascista.

Nunca contribuiría a poner el mañana en manos de chicos de pelo raro como Trump, Boris, Milei o Puigdemont. Pero algo estaremos haciendo mal si no conseguimos decir peores cosas de esta gente. Espero que no me malinterpretéis, desasosegados lectores. A veces me da la impresión de que son los fascistas los que más eficientemente luchan contra el fascismo con su propia ridiculez, y eso dice muy poco bueno de nosotros, chicos y chicas de pelo izquierdista y no raro. Obama no cerró Guantánamo y mandó asesinar a Bin Laden sin darle oportunidad de decirle al mundo quién lo había financiado. Zapatero aprobó el 135 y Pedro Sánchez el 155. Lo de hacer revoluciones ya lo dejamos para mañana. Hoy llamamos izquierdismo al fascismo de guante blanco. Salvo muy honrosas y minoritarias excepciones.

La pelirroja a la que hago infeliz me dice que va a parecer que este artículo defiende a los fascistas, porque se lo he dado a leer como siempre que tengo dudas y poéticas desorientaciones. Nada más lejos de mi intención. Pero es que los fascistas hacen exactamente lo mismo que los modernos revolucionarios para cambiar el mundo: nada. Y, entre nada y nada, van ganando elecciones los derechistas cristianos y los facinerosos antidemócratas. Con su pelo raro. Y (solo caso de Puigdemont) sus desconfianzas más que comprensibles.

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Chicos de pelo raro

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04.02.2024

febrero 4, 2024febrero 3, 2024 Carles Puigdemont.-EUROPA PRESS

Uno de los hallazgos literarios más deslumbrantes de David Foster Wallace es el de haber titulado un cuento La niña del pelo raro. Qué envidia me dio el cabrón cuando lo descubrí. Sentí que mi vida carecía de sentido por no haber podido juntar esas cinco palabras antes de cascarla de un infarto de tuyocardio, amor mío. Y ya nunca podré hacerlo a causa de las prisas de Wallace por parecer inmortal. Así que lo asesiné. Lo de su suicidio es solo una tapadera bien montada. Si alguna virtud tenemos los escritores de novela negra es que sabemos asesinar sin necesidad de mayordomo que gotee arsénico en el té de las cinco de las marquesas británicas.

Lo ahorqué el 12 de septiembre de 2008 y, desde entonces, me persigue una maldición. Chicos de pelo raro no dejan de hacerse dueños de mi universo.

Cuando era niño y me preguntaban qué quería ser de mayor, yo siempre respondía que primer presidente negro de los Estados Unidos. Y el primer presidente negro de los Estados Unidos, Barack Obama, me legó como herencia a Donald Trump, el chico, hasta entonces, con el pelo más raro del mundo.

En aquel primer momento, enero de 2017, no relacioné la estupidez del pueblo estadounidense votando a ese fulano con la maldición que me había echado Foster Wallace, que tampoco llevaba el........

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