Al sur del río Trump

No comprende uno muy bien por qué este mundo se está fascistificando tanto. Los ciudadanos de Europa y EEUU defienden sus privilegios. Vale. La supremacía militar les hace sentirse confortables y seguros. Están dispuestos a pasar frío y hambre en sus casas a cambio de coleccionar más misiles nucleares, como nos exige la OTAN. 

Les encanta ignorar que gran parte de su bienestar proviene de la explotación textil, mineral, agrícola, ganadera y etcétera de currantes asiáticos, hispanos y africanos a los que no llamamos esclavos o siervos, pues son palabras que repugnan a los miembros de la comisión de derechos humanos de la ONU. Los llamamos subcontratados o externalizados, que tampoco suena mucho mejor.

Sin embargo, cuando estos siervos o esclavos, que son el sustento de nuestras familias, quieren instalarse entre nosotros, los rechazamos. Los perseguimos. Solo los admitimos como trabajadores cualificados si se quedan en su país. Los queremos en las minas africanas sacando el coltán para nuestros móviles y en Asia tejiendo los gorros de papá noel de nuestros hijos. Salen muy baratos. Infinitamente baratos. Y allí no huelen. 

Si se quedan en su tierra, los admiramos. Y hasta........

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