El país está desequilibrado y con tendencia a quebrarse nuevamente. Viene sucediendo, con asiduidad, que el momento extraordinario de crisis se convierte en lo cotidiano, produciendo una costumbre perturbadora de nuestras posibilidades como país. El negacionismo de una crisis económica con transferencias de responsabilidades impide alcanzar a comprender que, la exposición pública, siempre subjetiva de culpas, no soluciona mecánicamente los problemas. Cerrar los ojos a la realidad, no hace que esta no exista. Proclamar verdades incompletas no oculta el enredado ambiente que señala un diario vivir de preocupaciones, imposibilidades y angustias de la sociedad individual u organizada.
Gestionar conflictos es un trabajo artesanal que debe aprender de forma inmediata quien se ofrece a gobernar un país. Las crisis políticas, sociales, económicas, estatales, institucionales, para ser superables requieren sobrepasar aquellos factores que las determinan. Uno de ellos, es la preservación, casi intangible, de lo que se denomina legitimación social. Un concepto que, en términos de Max Weber, refiere a la capacidad “de reconocimiento de un ejercicio de dominación, es decir, de la idea de que la crisis sobreviene cuando el sistema político no obtiene la entrega de la lealtad de masas en el nivel requerido”. Jürgen........