El título recuerda a un libro de Paul Auster, que tanto y tan bien escribió sobre la soledad, pero no era bajo su influencia que me encontraba cuando desarrollé la idea que me mueve este jueves. Aquí la soledad es orfandad. Hoy pensaba en eso, en ausencias.
Hace mucho, cuando el mundo era para mí un lugar paciente y sencillo, sentía que, además de mi madre, me protegían ciertas personas con las que jamás había conversado o conversaría.
Entre tal gente y yo existía una conexión de ideas, sensaciones y sentimientos. En realidad se trataba de un flujo unidireccional que experimentaba como otro cualquiera; fruto de la influencia que sobre mí ejercía la obra artística de ellos. También era un efecto de cómo estas personas interpretaban distintos aspectos del mundo en los medios de comunicación.
Por esas personas, en la mayoría de los casos escritores o músicos, las jornadas eran menos aburridas y uno tenía la impresión de encontrarse acompañado: algunas veces, la vida se tornaba un trayecto lleno de esperanzas con nuevas metas a alcanzar solo por sus consejos o ideas.
Sus palabras también funcionaban como escudo o defensa, pues se tenía siempre a mano un verso, la contundencia de una metáfora o cualquier otra frase de construcción genial para espantar rutinas y malos augurios.
En mi caso, a veces llegaba incluso a asumir una postura que no pertenecía tanto a la naturaleza de mi persona, sino a la de mis pequeños grandes héroes, los que habían escrito las canciones y los libros que más me impresionaban.
Al tratarse de figuras conocidas mundialmente, estos personajes siempre le ponían el pecho........