El manuscrito de un psicópata que llega a ser presidente de Cuba
A principios de noviembre el escritor Marcial Gala presentó su cuarta novela con Ediciones Corregidor, con la que mantiene una relación significativa desde que en 2015 llegara a librerías La catedral de los negros. Gala se dio a conocer en Argentina con esa novela, que tres años antes había sido merecedora en Cuba del Premio Alejo Carpentier. Su trabajo alcanzó mayor difusión poco después tras el Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires, que obtuvo con Llámenme Casandra (Clarín), impulsando su obra a una variedad de lenguas y consolidándolo como un autor que gusta de la imaginación y el sarcasmo para fomentar sus historias.
Su entrega reciente ha sido La máquina de ser feliz, tiene 458 páginas y desde el título nos anticipa su inspiración charygarciana y cierto sentimiento nostálgico como en el tema musical. La música es un recurso al que acude Gala en cada una de sus obras, y tal vez quiera ofrecer con su reiteración una especie de acompañamiento a la trágica vida de sus personajes, supliendo, con estribillos o fragmentos de canciones magnificadas por la radio, la voz del coro del teatro antiguo que sustentaba o acotaba ideas esenciales en la dramaturgia.
Este libro, en cambio, va más allá de nostalgia y de tragedia. Abunda en la doble moral de una sociedad que se creía inmaculada y en la cual, sin embargo, seguían fermentando elementos como el racismo o el instinto oportunista que se mueven como microorganismos comensalistas en los hilos del poder, aunque este, la verdad, nadie lo llegue a advertir en ningún lado.
La historia se construye sobre un escenario para-realista. Sería completamente objetivo si no estuviera permeado por los matices que exigen imaginación y el engarce poético de las ideas. Quiso el autor montar sus personajes sobre escenarios identificables en los que las figuras conocidas se representan maquillados de un choteo sutil, rasgo que parece de alguna manera casi necesario en la........
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