Las mipymes cubanas han devenido en termómetro de la “situación”, brújula de la reforma, sensor de la “apertura”, vehículo para la introducción de ideologías no afines a la Revolución y al socialismo, causantes principales de los problemas que Cuba enfrenta, razón principal de la desigualdad creciente de nuestra sociedad, factor decisivo en la posible dinámica de crecimiento de la economía, esperanza de apertura para algunos, preocupación ideológica para otros, objetivo de inteligencia y de contrainteligencia, prioridad y objetivo para diferentes instituciones.
Como casi siempre ocurre con todo lo que en Cuba acontece, los extremos están superpoblados, a veces alejados y otras veces tan cerca uno del otro que apenas se distinguen.
Lo que nunca habría imaginado es que, además, alguien les colgara el calificativo de “mito”. Y menos aún que un subcomité del Congreso de un país enfrascado en contiendas de escala global, le dedicara una audiencia a las mipymes cubanas en la que se les hizo un juicio político como agentes —y al parecer muy peligrosos— de la “dictadura de Castro”. Y, ¡vaya con los extremos! Por acá por la isla, hay quienes las consideran casi igual, pero al revés, como agentes de fuerzas externas.
Y mientras las mipymes en América Latina se debaten todos los días intentando llegar al día después y tratan por todos los medios de lograr espacios de visibilidad, las nuestras, las “made in Cuba”, están todos los días en los medios, en los de allá y en los de aquí, y son objeto de preocupación allá y aquí y hasta del “pataleo anticubano” de una congresista norteamericana de origen cubano empeñada en “desmitificar” a esas mipymes. Según ella, seguramente construidas por el Gobierno cubano para engañar al Gobierno estadounidense y corroer su sistema. Se podría hasta hacer un thriller titulado The Cuban Pymes Menace. Y, por cierto, complacería a ambos extremos.
Pero recurramos una vez más a los........