Economía cubana: el sabor amargo, los datos y las medidas

El 2023 nos dejó el sabor amargo de metas que no se cumplieron: frases que mientras el año avanzaba iban perdiendo su significado; reportajes televisivos que contrastaban con la realidad cotidiana; intervenciones que recurrían una y otra vez al bloqueo de Estados Unidos sobre Cuba y sus impactos negativos sobre nuestra economía para justificar ineficiencias propias; lentitud en la toma de decisiones claves, incompetencia, resistencias pasivas y activas a los cambios que necesariamente habrá que hacer por más que se intenten demorar.

También tuvimos de negación de lo evidente; búsqueda de nuevos culpables a toda costa y a todo costo; servicios básicos en una espiral de deterioro difícil de revertir, no solo por falta de recursos, sino también de personas, pero sobre todo por el crecimiento de la “cultura de la indolencia” que no solo se alberga en organizaciones sino que lamentablemente ha encontrado sitio en cada uno de nosotros. Y quizás el peor daño: el vaciamiento del país.

No hablo de errores; de ellos hablaron los principales dirigentes del país. Los errores son parte natural de la toma de decisiones. Es parte del riesgo que se corre cuando se trabaja sobre fenómenos con un alto grado de incertidumbre, o cuando se prefiere hacer caso omiso de lo que la ciencia enseña y lo que la evidencia —y los datos— nos muestran. Cierto que también hemos creado la “cultura de la rectificación de errores”.

Así que, adiós al 2023, con su sabor amargo. Bienvenido el 2024, año tremendamente importante para mí, pues alcanzaré 70 años de vida, cincuenta de los cuales —contando los de alumno ayudante— los he pasado trabajando en lo que más gusta, impartir clases de Economía, siempre en el mismo lugar, mi Universidad de la Habana.

El 2024, aún no sé bien por qué razón, me trajo a la mente el año 1974, cuando comencé a impartir docencia y descubrí al minuto de haber iniciado mi primera clase, que este sería el trabajo de toda mi vida.

Fue ese año también en el que había un trabajo muy intenso de preparación de lo que sería el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), que sería la forma más institucionalizada de la “rectificación” de aquellos errores de “romanticismo económico” que se cometieron en los años 60.

Entre aquellos “errores” siempre se menciona la aspiración de saltar etapas en la construcción socialista, la abolición de las relaciones monetario-mercantiles, la erradicación de la pequeña propiedad privada mediante la completa estatización de la economía, el “salario histórico” y el contrasentido de una significativa cantidad de gratuidades cuyo costo pagábamos todos aunque no nos diéramos cuenta.

El SDPE tendría muy corta vida plena. Sería posteriormente “rectificado” a mediados de los años ochenta y languidecería junto a otros sistemas que luego también serían “rectificados”. Se ha escrito mucho desde la academia sobre todos esos procesos, que además generaron intensos debates, largas discusiones y grandes insatisfacciones.

Volvamos, pues, a 2024. De una parte, tenemos un grupo de medidas cuyo propósito declarado por el primer ministro Marrero es “restaurar los requisitos macroeconómicos que permitan garantizar un entorno favorable para el crecimiento económico, el desarrollo y........

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