La carrera política de Donald Trump parecía liquidada después de haber intentado revertir su derrota electoral de 2020 y alentado a los suyos a marchar al Capitolio con la idea de “luchar como el diablo para recuperar el país”. Antes había entrado a los récords como el primer presidente en ser sometido a dos procesos de impeachment. Y también de haberlos sobrevivido. Asimismo, fue acusado en cuatro casos penales, condenado por abuso sexual en un caso civil; y luego en lo penal por 34 delitos graves de falsificación de registros comerciales.
Pero una base fervientemente leal se ha mantenido al pie de su obra, entre otras cosas al validar su narrativa, que incluye la afirmación de que las elecciones de 2020, en las que perdió limpiamente, fueron fraudulentas. Abrazan los famosos “hechos alternativos” inaugurados muy al principio de su primera presidencia. Y están prendados de la idea de que su presidente ha sido injustamente victimizado por un establishment político corrupto en una “cacería de brujas”. Por ello, al cabo de la victoria del miércoles, pudo decirles una verdad incuestionable: “Superamos obstáculos que nadie pensó fuera posible”.
Mirando retrospectivamente el proceso electoral, en este día después todo o casi todo le salió mal a Kamala Harris, todas o casi todas sus presunciones funcionaron como castillos de naipe en el aire. En medio de los impactos de esta derrota (traumática, de nuevo, para los demócratas), valdría la pena intentar resumir de manera preliminar tres de los factores que incidieron sobre esos resultados.
El primero, las líneas de flotación. La campaña demócrata no logró obtener el suficiente apoyo de mujeres, hombres latinos y negros, en lo que gravitó,........