Estamos perdiendo en Bolivia la costumbre de leer libros. Quizás la hemos perdido hace mucho tiempo, pues ya pocos tienen bibliotecas, ya nadie cultiva la palabra escrita. Es patético. Y no es remplazable o sustituible: dirán algunos que ya no se lee sobre papel, pero que se lee mucho en plataformas digitales. Es cierto sólo en parte. Por ejemplo, mis nietos (que no viven en Bolivia) leen desde niños libros en dispositivos Kindle o Kobo donde pueden cargar centeneres de obras que de otro modo sería imposible trasladar en una mochila (mis nietos crecieron sin televisión, eso ayuda).
Sin embargo, pongo en duda que los jóvenes en Bolivia lean tanto como antes leíamos a su edad. Una cosa es leer y aprehender contenidos, y otra muy diferente es sobrevolar imágenes y palabras sin retener sino un mínimo porcentaje de la información. La capacidad de relacionar segmentos de datos se ha perdido porque la manera de leer ahora es epidérmica (sin compromiso).
En conversaciones en las que mi posición ha sido lamentar que la juventud ya no lea libros, ni periódicos, ni noticias, algunos optimistas sobre el futuro han replicado que eso no es cierto, que los jóvenes están todo el tiempo leyendo en sus teléfonos celulares, otros en sus tabletas digitales y los menos en computadoras.
Parece que lo estuvieran haciendo, porque pasan entre 8 o 10 horas cada día con la vista fija en una pantalla luminosa, pero ¿qué están leyendo? Además de los mensajes directos o grupales de amigos o familiares (WhatsApp, Telegram, etc), y de los juegos que son adictivos entre jóvenes (y otros menos jóvenes), buena parte de esas horas frente a la pantalla se pasa revisando a vuelo de........