Siempre la palabra

Una mujer catalana tiene un billete para Pamplona para el próximo fin de semana. Le ha costado horas de cola conseguirlo en Sants. No viste ni camisa blanca ni pañuelo rojo. No se ha entrenado para participar en ninguna carrera delante de ningún astado en el marco de la fiesta de alcance ya planetario. En el trayecto permanecerá algo ajena a la algarabía del vagón. Una vez en la capital mundial de la jarana, dejará el bullicio a sus espaldas y continuará hasta Estella. Allí quiere debatir y celebrar la paz en el marco del X Foro Espiritual de la ciudad del Ega (www.foroespiritual.org). Trae una ponencia en su bolso que le ha costado muchas horas redactar. Viene con toda la ilusión del fraterno encuentro entre los diferentes. Así nos lo ha narrado. Sin embargo, se ha orquestado una campaña en Navarra y allende nuestra comunidad para que la representante de la sinagoga de Barcelona se quede en casa, no desembarque entre nosotros.

Si así ocurre, la intolerancia habrá ganado. Su ausencia representaría un fracaso, la incapacidad de tener puentes imprescindibles. Por el contrario, si esa mujer, que representa a la tradición judía en nuestro encuentro, coge finalmente el tren, si puede participar en los diálogos que hemos organizado, si Dana Spiniack levanta en el Parque de los Llanos junto con los otros cuatro representantes del Islam presentes el árbol de la paz, si enciende con ellos la llama de la fraternidad como acostumbramos a hacer en todas las ediciones, habrá ganado la tolerancia y el respeto. Habrá prevalecido la libertad de........

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