El domingo 9 de junio se celebran en la UE unas elecciones absolutamente trascendentales. A ellas llega el gobierno de coalición progresista debilitado por el acoso y la presión de las derechas extremas, que han traspasado todas las líneas rojas habidas y por haber.
Desde su configuración han ido sorteando a duras penas peligrosos escollos, primero las elecciones en Euskadi que afortunadamente van a traer a un nuevo estable gobierno de coalición entre PNV y PSE. Después, las catalanas, que se salvaron con una victoria incuestionable del PSC de Salvador Illa, que sumado a la debacle del sector independentista, augura un futuro menos complicado de lo previsto.
Por el camino un PP echado al monte, que aún no ha interiorizado que, a pesar de ganar las elecciones, no ha sido capaz de conformar gobierno, porque solo se puede entender con VOX, se dedica a poner constantes palos en las ruedas alejándose de lo que debiera ser una posición de estado. Constantes llamamientos a salir a la calle contra el gobierno sin entender que cada vez menos gente sigue sus mandatos. La manifestación del pasado domingo batió todos los récords de poca asistencia, lo que debiera hacer recapacitar a sus dirigentes sobre lo erróneo de dicha táctica.
Feijóo, que entró en la dirección del PP con la fama de moderación adquirida en sus gobiernos en Galicia, se........