Pedir honradez a una persona pública no sólo significa pedirle que se abstenga de cometer robos, fraudes o estafas. No sólo significa pedirle que se abstenga de cualquier tipo de acción destinada a perjudicar a la sociedad o a los particulares. Significa también pedirle que odie la tortuosidad y la ambigüedad, que se pregunte a cada instante si la imagen que tiene de sí misma en su interior es clara o turbia, si el camino por el que avanza es recto o tortuoso. Durante varios años nos habíamos acostumbrado a pensar que, en la vida pública, la honradez individual era poca cosa, y que se necesitaban otras competencias y cualidades más sutiles, más complejas, más sofisticadas para beneficiar a la sociedad. Habíamos adquirido el hábito de colocar en el lugar más alto, en nuestra escala de valores, la destreza y la perspicacia, esa particular perspicacia política que está dotada de mil ojos y mil antenas, y también de aguijones y garras. A la........