“Mi libertad termina donde comienza la del otro”. Esta sabiduría filosófica de Jacques Rousseau, es decir, de la Ilustración, debe aplicarse hoy más que nunca. Evidentemente, la libertad de los medios de comunicación no está en entredicho, pero todo derecho va acompañado de un deber. Si por ejemplo se condenó, con razón, a quienes atacaron a los editores de Charlie Hebdo –7 de enero de 2015–, no puedo dejar de preocuparme por una determinación “miope” de “cierta ofensa satírica” de los “símbolos religiosos”, ya sean judíos, cristianos o musulmanes. Ésta no es la manera de afirmar y proteger el derecho a la sátira, a manifestar la propia opinión y a la diversidad de opiniones.
La profanación y el fundamentalismo son ataques a valores como la libertad de pensamiento y de religión que necesitan respeto y equilibrio en todas sus formas. Minimizar y hacer más domésticos los distintos iconos, tanto religiosos como culturales, podría ser un camino hacia un sano exorcismo tanto de la profanación como del fundamentalismo.
Sin embargo, existe el deber de detenerse ante lo que podría ofender gravemente esa sacralidad hacia un sentimiento religioso de las personas y de las sociedades. La verdadera secularización no sólo no ofende los sentimientos religiosos de nadie, sino que hace todo lo posible para proteger el respeto y la libertad de los diferentes caminos de sentido del ser humano y de las creencias religiosas.
No tener en cuenta lo que provocó la mencionada masacre de París........