¿Por qué bailamos lo que nos hace llorar?

Es diciembre en Colombia y la escena se repite en cada esquina: una familia ríe, el olor a natilla invade el aire y, de repente, estalla en los parlantes un ritmo tropical frenético. Todos saltan a la pista, brindan y agitan los brazos al son de una melodía que invita al movimiento, pero si uno se detiene a escuchar la letra, la fiesta se transforma en un funeral. Estamos ante la paradoja más fascinante de nuestra cultura, somos expertos en bailar, con una sonrisa de oreja a oreja, historias de desamor, soledad y abandono que llevan más de cuarenta años musicalizando nuestra alegría.

Esta contradicción no es gratuita. La creación de nuestros compositores ha sabido capturar esa nostalgia que, como una neblina, invade los hogares apenas se enciende la primera velita. El mes de diciembre es, por excelencia, el tiempo del retorno; un imán que intenta atraer a quien se fue lejos. El poeta popular entiende que el vacío de la silla vacía se llena con música, y por eso........

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