¿No tenéis la sensación de que el tiempo se precipita más que nunca? ¿Como si todo aquello que ayer parecía sólido hoy se desmoronara o mutara en algo distinto? No sé si será por pintar ya canas, por la obsolescencia programada o porque el mundo gira con un vértigo inusual, pero lo cierto —al menos desde mi mirada— es que la (re)evolución tecnológica que nos ha tocado vivir avanza con tal ímpetu y a una velocidad tan endiablada que el futuro ha dejado de ser promesa para convertirse en presente.

Ese ímpetu acorta los tiempos. Cada mes —por no decir cada semana— surge un hito capaz de condicionar nuestro día a día en un espectro que hace apenas unos años parecía ciencia ficción. SpaceX logra el primer vuelo completamente reutilizable del sistema Starship; NVIDIA lanza el DGX Spark, el superordenador de IA más compacto del mundo; Tesla pone en marcha su servicio piloto de Robotaxi con supervisión remota; y compañías como Unitree o 1X ya venden robots humanoides, alguno en supermercados, para tareas domésticas.

Y en el epicentro de esta sacudida, la IA. Y no........

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