11 de noviembre 2024 - 03:08
Ala monarquía parlamentaria se le presuponen virtudes pasivas, como parte digna que es, y no ejecutiva, de la Constitución. También un legitimismo de sangre, una aura familiar, al que acudir sentimentalmente. La Corona, en un sistema parlamentario, es así una institución aburrida en términos políticos que puede, desde su neutralidad simbólica, desempeñar una cierta función integradora. El reinado de Felipe VI es, desde esta lógica, un reinado con ciertos rasgos atípicos. Sucesor de Juan Carlos I, heredero de la dinastía histórica, nuestro Rey, por actos privados indignos por todos conocidos de su causante, ha tenido que ejecutar públicamente gestos de repudio hacia su padre como presupuesto de su propia legitimidad. Es un hecho que la familia real de la que verdaderamente dispone........