Mal asesorada por su agente de viajes, la ministra de Relaciones Exteriores se embarcó, hace poco, en unas vacaciones tristes por destinos derruidos donde un turista no recolecta más que desánimo y desazón. Allí se reunió con aquellos sujetos delirantes, de mirada impávida y retórica grandilocuente, que son responsables de las catástrofes acaecidas en sus países y con quienes el Gobierno boliviano se relaciona estrechamente desde hace casi 20 años, y les reafirmó, arbitrariamente, nuestro apoyo y solidaridad. El viaje comenzó en Cuba, continuó en Nicaragua y terminó en Venezuela. Quizás pensaba ir también a Irán, pero le faltó presupuesto o combustible. Tal vez le sobró conciencia.
Desde un punto de vista práctico, las relaciones internacionales bien podrían construirse siguiendo el criterio de un padre atinado que reflexiona a su hijo sobre la amistad. Júntate con gente sana, le dice. Gente que no te genere ni te involucre en problemas, que no te presione en hacer nada que consideres antiético, que no........