La presidencia de Donald Trump (2017-2021) supuso un mandato rupturista con la Administración Obama previa, pero también con lo que había sido el canon en el seno del Partido Republicano. Así, Trump dejó un legado marcado por profundos cambios en materia doméstica y de política exterior; cambios tan transformadores como su discurso populista y polarizante, que tampoco encontraba precedentes en la historia reciente de EE. UU. Estos últimos, no obstante, exceden los umbrales del presente artículo, que se centra, en cambio, en su legado en materia de políticas públicas.
En el ámbito doméstico, la Administración Trump se caracterizó por tres elementos principalmente: economía, justicia y deep state. Por un lado, en el plano económico, sus decisiones obedecen a la visión de America First, buscando otorgar una mayor protección a los trabajadores y empresas estadounidenses, frente a la deslocalización de la globalización que había perjudicado a los segmentos más vulnerables de la sociedad. Con el objetivo de estimular la inversión empresarial, traer a EE. UU. ingentes cantidades de dinero de empresas norteamericanas en el extranjero y crear empleo, Trump impulsó el Tax Cuts and Jobs Acts de 2017, por la que se redujo considerablemente los impuestos corporativos, pasando del 35% al 21%. Este tipo de medidas se sumaron a una reducción en la regulación y en el tamaño del gobierno federal, dando lugar a un fuerte crecimiento económico y la reducción del desempleo; indicadores sólo frustrados por la pandemia de Covid-19 en 2020.
En segundo lugar, en clave judicial —y con la mirada puesta en la "batalla cultural"— Trump logró nombrar a 3 jueces de la Corte Suprema de EE. UU. — al 33%— y al 30% de los jueces de apelación de EE. UU. Estos servirán de por vida, por lo que, en tan solo un mandato, Trump ha marcado ya el futuro de la jurisprudencia norteamericana.
En tercer lugar, Trump emprendió una cruzada contra el deep state bajo lo que él denominó........