En la última década del siglo pasado, George H. W. Bush y Bill Clinton dejaron un legado significativo en la historia política de Estados Unidos, así como un gran impacto en otras regiones del mundo. El análisis de sus mandatos ofrece lecciones útiles para el contexto geopolítico actual y permite establecer paralelismos con los candidatos de las inminentes elecciones del 5 de noviembre: Kamala Harris y Donald Trump.
El mandato del presidente republicano George H. W. Bush (1989-1993) se caracterizó por una política exterior robusta, enfocada en consolidar el liderazgo de Estados Unidos tras el fin de la Guerra Fría. Heredero de la administración Reagan, Bush era visto como un político experimentado, con una sólida carrera diplomática y en la inteligencia (fue director de la CIA), que buscaba continuar el legado conservador de la Administración anterior. A nivel doméstico, sin embargo, su gestión fue más pragmática de lo que muchos republicanos de línea dura esperaban.
Bush lideró a la nación en un periodo de grandes cambios globales. Su presidencia estuvo marcada por el colapso de la Unión Soviética, la reunificación de Alemania y la guerra del Golfo Pérsico en 1991. Bush logró articular una coalición internacional para liberar a Kuwait de la invasión iraquí, lo que reafirmó el poder militar de Estados Unidos en el mundo.
Otra pieza clave de su política exterior fue la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que sentó las bases para una integración económica más profunda entre Estados Unidos, Canadá y México. Aunque fue finalizado bajo Clinton, este acuerdo fue parte de la visión de Bush de un mundo interconectado y globalizado.
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