Colombia nunca había tenido por presidente a un sujeto tan peligroso como Gustavo Petro. Eso parece una obviedad decirlo tratándose de un (¿ex?) guerrillero convencido de la necesidad y el derecho a la lucha revolucionaria para cambiar el orden social del país. El problema es que, en lo más íntimo de su ser, este sujeto sigue siendo un anarquista que no reconoce ni la institucionalidad que hoy encabeza.
Petro es un gobernante desquiciado que no solo cree que él en sí mismo es la personificación del Estado, sino que está convencido de que para él no hay reglas y que puede ir haciendo lo que le venga en gana. Así, no considera que tenga que rectificar una afirmación que hizo sobre la familia Vargas Lleras como lo ordenó ni más ni menos que el Consejo de Estado. De la misma forma, indicó que no tenía que guardar confidencialidad sobre la información que a Colombia le había llegado sobre el sistema Pegasus porque él había roto relaciones con el estado de Israel, con la consecuencia de haber sido suspendidos de la red mundial que hace inteligencia a los movimientos financieros. Y, como si........