El turismo que no necesita Colombia

El turismo de putas y drogas que se impuso en Medellín hace años no vale la pena. Es decir, no deberíamos recibir ni un avión más con ese tipo de turistas por harta plata que traigan. Pervertir a nuestra sociedad —ya muy pervertida, dirán algunos— no tiene precio.

En los ochenta, oí muchas veces la historia de que los camioneros que llevaban mercancías a los puertos del Caribe, recogían, en los tuguriales de la vía a la Costa, niñitas pobres que hacían de todo a cambio de la comida. El camionero las dejaba de regreso con algunos abarrotes y unos pesitos. En los noventa, era muy popular el cuento de que en el deprimido barrio Niquitao había niñas de cuatro años que les practicaban el sexo oral a conductores por 400 pesos (menos de 5.000 de hoy) sin bajarse de los carros. Sus mejores clientes eran los taxistas; les decían las terneritas.

Relatos como estos abundan porque la explotación sexual de menores es un tema viejo, notorio y podría decirse que bastante común en esta ciudad, siendo apenas la antesala de la prostitución de mayores de edad, que es legal. El problema es que si la ciudad parece un prostíbulo a cielo abierto es porque la oferta se desbordó.

En efecto, hacia finales del siglo anterior, el lenocinio en la ciudad estaba más o menos........

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