Una vez superadas las imprescindibles jornadas de aproximación, que con suavidad y método aseguran que el montañero se aclimata correctamente a la altitud, los militares españoles avanzaron durante siete días atentos al estrépito que alerta cuando la montaña se rompe y las rocas se precipitan sobre el que osa adentrarse en lo desconocido. Respetaron en silencio a las amenazantes torres de hielo, los seracs de unos glaciares torturados por el tiempo que, tambaleantes, parecen querer desplomarse a tu paso. Prevenidos por su experiencia, optaron por alejarse de las cotas bajas de las morrenas y siguieron una ruta por crestas de bloques de piedra quebrados, apilados por el caos. Despreciando el susurro de unos precipicios de vértigo, coronaron la cima. Nunca antes hollada por el ser humano.
En la mañana del 17 de julio, seis miembros del Grupo Militar de Alta Montaña (GMAM), dependiente de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales del Ejército de Tierra (EMMOE) con sede en Jaca, alcanzaron una cima virgen de 5.010 metros de altitud, en el corazón de la cordillera del Karakórum —Pakistán—.........