Aquello de ¡Qué grande es ser joven!, que fue una película inolvidable de John Mills y un programa de radio del pionero sevillano Alfonso Eduardo Pérez Orozco, lamentablemente desaparecido, al que comenzamos a escuchar en la pirata Radio Vida (cuando Franco había radios piratas —¿Qué es mi radio? Mi tesoro. ¿Qué es mi dios? La libertad—, como las sigue habiendo ahora), cada vez es menos cierto. De hecho, ser joven hoy, si no eres un hijo de papá o de mamá, es bastante chungo. Horrible, vamos, al menos en algunos temas como el de la vivienda.
Lo sé por experiencia. Por la experiencia de mis hijos, que no son jóvenes en general, que eso no existe, sino jóvenes que no han nacido con el pan debajo del brazo ni van a disponer ni disponen de mullidas herencias. Hace ya un tiempo, cuando yo era 50 años más joven, tampoco tuve sopa boba ni gocé de testamentos benefactores, pero se podía trabajar, los sueldos subían poco a poco pero subían compensando la inflación, se podía disponer de un piso en alquiler razonable y, si se tenía suerte, se lograba acceder a alguna vivienda de protección oficial en propiedad. Si un familiar fallecido legaba un piso, era el gordo de la lotería. La emancipación de la familia era posible.
Uno de mis hijos se ha ido a........