Puigdemont y las estrellas fugaces

Comprenderán que más que harto por sufrir las acometidas del sol africano que sufrimos en el Sur durante el día, del cachondeo político-criminal de la tierra patria las 24 horas de las jornadas de verano (el chularca Sánchez le ha cogido gusto a las calenturas del largo y cálido verano español para atontarnos y dejarnos sin capacidad de reacción) y de la tragedia de comprobar cómo el sudor liquida todo descanso, me haya esmerado en mirar el cielo nocturno en busca de prodigios menores. Los mayores no existen más que en los sueños.

Era el día de San Lorenzo y se esperaban sus lloros para estos días pasados. Lamentablemente, en estas sierras bajas del Sur, con grandes poblaciones cercanas en ferias y una luna creciente que flojea en ocultarse, confiar en que la vista se recree en una estrella fugaz es un ejercicio simpaná, como repasar el refranero y encontrar eso de "a invierno lluvioso, verano caluroso", ja. Qué risa da en este horno seco.

Aún así, cogí una silla, apagué las luces del patio de mi rincón aldeano y me puse a mirar el carro de las siete estrellas más visibles de la Osa Mayor y, como si fuera un vigilante, me deslizaba con panorámicas muy lentas por todo el firmamento a ver si me mojaba los ojos con alguna lágrima del pobre San........

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