Se ha contado que doña Juana, la madre de Felipe González, visitó a dos videntes sevillanas para conocer el futuro de su hijo mayor. Una, del barrio de Torreblanca, no le dijo nada relevante. Pero la otra, la de Triana, le dijo que su hijo iba a ser un "Grande" de España y "del extranjero". Así lo contó un biógrafo conocedor de que su héroe necesitaba de un vaticinio, de una profecía, de una adivinación para legitimar su destino. No le dijeron que en su porvenir iba a aparecer un auténtico Grande de España que haría posible la dimisión de su vicepresidente y la crisis de su Gobierno y su partido.
En la España antedemocrática, los Grandes de España eran, como decía Francisco Umbral, "los de siempre, que, además de tener la sangre azul, montan un caballo que es grande de España". En la nueva España democrática, ser un Grande de España es y debe ser otra cosa. No se trata de orígenes familiares ni de encumbramientos partidistas o sociales. Ser un Grande de España es cumplir con el propio deber ciudadano, cada cual donde haya decidido o podido, y si alguna vez poderoso alguno ha pretendido interferir en tal noble y libre ejercicio, enfrentarse al infame parándole los pies por el bien de los demás españoles.
El Inspector de Policía y abogado, José Antonio Vidal Arcioles, nacido en la Sevilla humilde, de formación salesiana, cristiano sincero y cofrade de la Hermandad de San Gonzalo, ha llegado a ser un Grande de la España democrática por todas esas razones. Adscrito desde antes de los 90 a los juzgados sevillanos en calidad de Policía........