En realidad, el PSOE actual es el resultado de un tremendo equívoco: la extendida creencia de que es un partido democrático. Pudo serlo, si los dirigentes socialistas de la Transición se hubieran aplicado la reforma democrática a ellos mismos. Para la socialdemocracia de Eduard Bernstein, por ejemplo, la democracia era lo esencial y sólo desde ella y con respeto escrupuloso a sus reglas de juego se podría avanzar hacia una sociedad más igualitaria sin menoscabo de la libertad sino desde ella. Pero no fue lo que pasó.
Se estuvo a punto de conseguirlo cuando Felipe González y Alfonso Guerra (que daba cursos de economía marxista en facultades sevillanas y alguna transcripción conservo) apostaron por no hacer del marxismo el eje ideológico del nuevo socialismo español. Todo quedó en las formas y en el paripé, mostrando que la verdadera obsesión del PSOE es la organización, el ariete clavado dentro de la democracia no para ensancharla sino para ocuparla, esto es, destruirla.
Pero aún entonces había un nivel intelectual y moral. Peces-Barba se atrevía a decir que el PSOE jamás debería haber participado en el golpe de Estado de 1934. Enrique Múgica........