Hace algunos años, cuando el preministro Escrivá se afanaba en desempeñarse como un tecnócrata ortodoxo, nadie se habría cuestionado cuál era su visión sobre la pornografía. Ni fresa ni chocolate. En su despacho de la AIREF, los programas de consolidación fiscal o las proyecciones de crecimiento económico eran realidades asexuadas, y la pornografía, como mucho, un tema de conversación de taberna en horario de once de la mañana. Ni Escrivá era un pornógrafo, al uso etimológico del término, ni su responsabilidad tenía un alto contenido sensual. En cambio, la mutación eugenésica del economista en político provocó, más allá de la asimilación misma del complejo del maqueto, que hiciera suyo, irreflexivamente, todo el paquete del nuevo puritanismo de la izquierda española sobre el sexo. El paquete entero como diría mi buen amigo Jorge Sanz en la película "¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?"
La izquierda del siglo XXI es moralizante y puritana, o no lo es. En otras palabras, la izquierda se ha hecho conservadora y reaccionaria. Pero no solo la izquierda, porque hay una fuerza inquietante al otro lado de la izquierda que da por válidos los prejuicios moralizantes del socialismo del milenio sin reparar siquiera en sus contradicciones. Tal es así que, paradójicamente, existe un consenso político en España muy arraigado por el que la........