Probablemente Pedro Sánchez ha canturreado alguna vez esa canción de Sabina que comienza así: "Más vale que no tengamos que elegir entre el olvido y la memoria". Quien había hecho de la memoria un culto propio, ahora, por mero interés de oportunidad política, ha apostado por el olvido. En Sánchez, la memoria hasta ahora era el resultado de un proceso de selección determinado por su sistema de creencias. Quiso hacer creer a una generación de españoles, y algunos cayeron embaucados en la trampa, que los individuos que componen actualmente la nación española pueden recordar acontecimientos que se produjeron antes de su propia existencia y seleccionó los ecos de esos recuerdos para acomodar su historia deseada al acervo de sus aspiraciones nemotécnicas. Así fue con la Guerra Civil, en un ejemplo de construcción de país sobre la base de una pasado pensado a partir de una memoria saturada y a la medida del que pretende hacer recordar.
Es más, se ha llegado a dar la paradoja de que hay españoles que recuerdan lo que no vivieron y han llegado hasta a olvidar aquello que creyeron vivir. De hecho, los grupos humanos, cabalmente, solo podrían olvidar el presente, nunca el pasado. A partir de allí, el socialismo de las últimas décadas fraguó dos conceptos impertinentes en una mera interpretación lógica: memoria histórica y memoria colectiva. Historia y memoria son dos conceptos incompatibles ontológicamente, porque la memoria es percepción........