El sábado pasado fue el primer día en el que pudo disfrutarse este Madrid vacío que tanto añoran quienes jamás lo han conocido, porque son quienes se van de él. Yo me encontraba solo y como a veces hago en estos casos me fui a mi bar de confianza para engañar al tiempo leyendo un libro. Hacía semanas que tenía a medio empezar Retrato de humo, una novela negra, más bien grisácea, que me recomendó Pedro Cuartango y de la que sólo había podido comenzar a degustar sus primeras páginas amargas. La historia de Krassy me inutilizó para cualquier otra cosa que no fuese mirar sin observar el tráfico, así que al cabo de un rato indeterminado tuve que volver a casa lentamente sin pensar exactamente en nada, paladeando todavía esa dulcísima tristeza que algunas tardes muertas anida en el corazón y amenaza con encharcarlo todo.
En algún momento del camino, no sé por qué razón,........