Lo más asombroso de las andanzas de Begoña es el descaro con el que conduce sus negocios. Ya decía Óscar Puente que era infantil acusar a la "presidenta" por unas cartas que estaban a disposición de cualquiera. Querría seguramente decir que lo infantil era el comportamiento de la consorte y que algo hecho tan a las claras, a la vista de todos, no podía haberse realizado con voluntad de delinquir. Tanto es así que fuimos muchos los que creímos que este cuando menos poco ético comportamiento de solicitar por escrito al Gobierno que preside su marido que subvencione a empresas con las que ella trabaja era más fruto de su ingenuidad que de su maldad. O su infantilismo, si así lo prefiere el ministro de Transportes. Sin embargo, Begoña ya no parece tanto una inocente como una........