Hombres y mujeres nos parecemos mucho. De hecho, siendo miembros de la misma especie, parece seguro afirmar que tenemos mucho más en común que diferencias. Pero con todo, la evolución nos ha dejado con distintas características físicas, no sólo en lo referente a los genitales y la reproducción, debido a los distintos papeles que a lo largo de millones de años ejercíamos para la supervivencia de la tribu, que ha sido la organización social dominante durante la práctica totalidad de nuestra existencia como especie.
Esto se traduce en que los hombres tendemos a ser más altos, más fuertes, más rápidos y en general mejores en cualquier parámetro físico menos en el de la flexibilidad. Esas diferencias, que pueden ser menores cuando se compara a hombres y mujeres cogidos aleatoriamente por la calle, se exacerban cuando consideramos a las élites de cada deporte: es en los extremos de la distribución estadística donde las diferencias son más grandes. Por ejemplo, si pones a correr a un hombre y una mujer cualesquiera de edad y peso similar una carrera de 100 metros lo más probable es que gane el hombre, aunque no siempre sea así. Pero no........