Ella muy disgustada, nerviosa, desnortada. Le calculo ochenta y tantos, como a él: cabizbajo, superado. Ambos intentan explicar en el mostrador de su Centro de Atención Primaria el último problema con su médica de familia. Habla ella, extremadamente educada, casi pidiendo perdón por la queja. La chica que les atiende al otro lado del cristal le pregunta con paciencia y ternura el nombre de la doctora en cuestión. Al oír la respuesta, mira a su compañero con esa certeza de las causas perdidas y espeta:........