Y después de las barricadas, ¿qué?

Mitin de Pedro Sánchez en 2023 en el Palacio de Congresos de València. / Eduardo Ripoll

Dudo de que exista un partido que haya luchado más, de forma más consistente y más continuada por los derechos de la mujer que el PSOE. Por eso, comprendo la indignación de muchos socialistas, pero sobre todo de muchas mujeres socialistas (me vienen a la cabeza Juana Serna, Ana Barceló, Josefina Bueno, Leire Pajín, Gabriela Bravo…, solo por citar algunas de las del territorio), cuando comprueban que el envilecimiento de una parte de sus compañeros más destacados en los últimos años pone ahora en cuestión todo ese formidable bagaje acumulado, sobre todo, gracias a ellas.

Pedro Sánchez ganó las primarias en el PSOE contra todo el aparato prometiendo dar la voz a los militantes y regenerar el partido. Y alcanzó la presidencia de España imponiéndose por primera vez en la historia en una moción de censura en la que hizo  bandera de la erradicación de la corrupción en la política española. Desde entonces, no ha habido primarias sino que se ha obligado a  retirarse a cualquier voz autónoma; los militantes no han sido escuchados, sino manipulados; el partido no ha sido renovado sino esquilmado y la corrupción no se ha combatido, sino que ha vuelto a anidar en el corazón mismo de la organización y del Consejo de Ministros. Pocas veces un fraude de tal dimensión ha sido aplaudido por tantos. Diciendo luchar contra la ultraderecha, el PSOE, por la acción de Sánchez, la complicidad de sus comisionados y la confusión entre el fin y los medios de la mayoría, se ha dedicado a abrirle un enorme pasillo a los más retrógrados.

Las autocracias se sostienen así. Debilitando todos los procedimientos de control hasta hacerlos simples elementos de atrezo. Machistas y puteros........

© Levante