Algo nuevo sobre el fuego del infierno

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Aquí todos tenemos la impresión de que su libro tiene integridad e importancia, pero que sería una pena que saliese en su estado actual” escribió Jonathan Cape a Malcolm Lowry el 29 de noviembre de 1945. El editor inglés adjuntaba a su carta un informe de lectura en el que las primeras páginas del libro de Lowry –cuyo título, por cierto, era Bajo el volcán– eran calificadas como “lentas” y tediosas y se criticaban “la debilidad en el trazo de los personajes”, las presuntas “excentricidades lingüísticas” y el “excesivo flujo de conciencia” que caracterizarían la obra, así como el exceso de “divagaciones” por parte del narrador; es decir, y en palabras de Douglas Day, biógrafo del escritor inglés, exactamente lo que los defensores de aquel libro iban a encontrar admirable en él cuando viese finalmente la luz. No eran las primeras objeciones que se hacían a la novela, sin embargo: Harold Matson, su agente, había admitido en una carta dirigida a Lowry el 31 de julio de 1945 que le parecía “demasiado larga y demasiado llena de diálogo” y le había advertido que su opinión era compartida por Cap Pearse, de Duell, Sloan and Pearce, quien le había dicho a Matson que el material requería “una forma más clara y narrativa”, la misma observación que le hacía el informante anónimo de Jonathan Cape, para quien la novela hubiese podido ser “mucho más efectiva de haberse reducido a la mitad o a las dos terceras partes de su extensión actual”. Lowry no pensaba lo mismo: tenía treinta y siete años, sabía nadar, tocar el ukelele, jugar al golf y beber, especialmente beber; también sabía escribir, naturalmente, pero la novela en la que había estado trabajando durante años, y que, como sostenía en una carta al escritor estadounidense Conrad Aiken fechada en diciembre de 1944, había revisado “más o menos sobriamente” durante “tres años y tres meses, ocho horas al día”, había sido ya rechazada por doce editores. “Lowry estaba frustrado: se le pedía que cortara su novela casi a la mitad, y que extirpara lo que él sentía era lo mejor”, sostiene Day. El 2 de enero de 1946 Lowry comenzó una carta dirigida a Cape en la que defendía y justificaba su novela y es el testimonio más importante del que disponemos de su confianza en sí mismo y en su obra; su escritura, sin embargo, no impidió que la noche del 10 de enero de 1946, en el transcurso de una borrachera con mezcal, acabara cortándose las venas: fue salvado por su mujer y por un médico del vecindario.

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“Cape no decía que no publicaría la novela si no se efectuaba una revisión más, pero garantizaba la publicación si Lowry revisaba de nuevo el libro”, observa Day. No hay testimonios de que el escritor haya considerado seriamente esta posibilidad, posiblemente lo más razonable para alguien cuya obra había sido rechazada ya en doce ocasiones. En lugar de reescribir total o parcialmente su novela –lo que quizás resulte comprensible, teniendo en cuenta que la que había enviado a Cape era su cuarta versión: en México, en 1936, había escrito la primera, que había reelaborado en Los Ángeles dos años después para componer una tercera en 1940 en la Columbia Británica que su mujer rescató del incendio accidental de su casa del 7 de junio de 1944 y una cuarta versión terminada en Canadá en 1945, perdida en un bar mexicano algún tiempo después y........

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