Museo denso, museo ligero

En Dirección única, un libro delicioso que acabo de releer gracias a la consulta de un amigo, Walter Benjamin lanza una de las sentencias que lo han vuelto uno de mis autores imprescindibles: “La expresión de quienes se pasean en las pinacotecas revela una mal disimulada decepción por el hecho de que en ellas sólo haya cuadros colgados.” Esta imagen me viene como anillo al dedo ahora que regreso de un viaje a Dinamarca, nombrado con razón el país más feliz del mundo, donde pude comprobar una tesis producto de mis dos años de trabajo en el Museo Nacional de Arte de la ciudad de México: en el orbe actual coexisten dos tipos de museos, el denso y el ligero, cuyos contrastes y diferencias en cuanto a forma (arquitectura) y fondo (acervo) se reflejan en la expresión del paseante benjaminiano. El museo denso no es sino otro modo de aludir al museo “antiguo”: la institución canónica, el recinto que impone un ánimo sigiloso y hasta taciturno en el espectador y transmite la sensación de ingresar en un mausoleo de la cultura; a esta definición se ciñe el Museo Thorvaldsen de Copenhague, el lugar más extrañamente estimulante que visité en mi primera incursión en latitudes nórdicas. Por su parte, el museo ligero responde a la levedad estipulada por Italo Calvino: es el espacio aéreo por excelencia, sede de una luminosidad que diluye la decepción a la que se refiere Benjamin e instaura un espíritu de reflexión gozosa como el que se experimenta en el Museo de Arte Moderno Louisiana situado en Humlebæk, un bello pueblo de la costa danesa próximo al castillo de Kronborg. Curioso:........

© Letras Libres