A mediados de junio se conoció por la prensa y las redes sociales la retorcida historia de un político llamado Rubén Escamilla: figuraba en un video recibiendo muestras de cariño de una subordinada suya, en la comodidad de su oficina y en horas de ídem, cuando ejercía como delegado del gobierno del DF en Tláhuac.
La sinceridad de ese cariño quedó comprometida por el video. Se desprende de él que, a cambio de sus favores, la señorita recibiría un beneficio laboral que habría de ascenderla de ocupar un puesto de confianza a poseer una plaza con las prerrogativas de perpetuidad que presupone.
Vino el predecible toma y daca de acusaciones: que si la señorita era una cándida víctima; que si era un segundo frente institucional con quien el funcionario tramitaba asuntos urgentes desde tiempo atrás; que si –en un muy mexicano giro de los acontecimientos– en realidad la víctima era el funcionario, blanco él mismo de una extorsión urdida por su predecesor, quien habría enviado a su sobrina a filmar su sacrificio.
El hecho es que el video flota,........