Un deporte llamado póker |
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En noviembre de 2024 la International Mind Sports Association oficializó el reconocimiento del póker como deporte mental situándolo a la par del ajedrez, el go o las damas. En efecto, sobre todo la modalidad Texas hold’em sin límite, exige una amplia gama de habilidades cognitivas, matemáticas, lógicas y psicológicas, además, claro, de dinero y el valor de arriesgarse a perderlo. Sin embargo, este juego aún no goza de la misma buena reputación de sus pares y a menudo se le asocia más con un vicio que con un deporte. Es sintomático que incluso los jóvenes e-sports hayan obtenido antes la misma formalidad.
Las representaciones del póker en la ficción no ayudan a mejorar su imagen y prestigio. Como elemento secundario, jugar ajedrez es signo inequívoco de la inteligencia de cualquier personaje, mientras que jugar póker es uno de los rasgos que caracterizan la vulgaridad machista de Stanley y sus amigos en Un tranvía llamado deseo. Incluso obras que giran alrededor del póker, como la película Rounders (1998) de John Dahl (aunque se considere un clásico) o la novela All in, Sinatra (2018) de Pedro Zavala, refuerzan el estereotipo de que el éxito en este juego depende más de un carácter temerario que del estudio, la disciplina y el entrenamiento, con protagonistas que pasan de neófitos a triunfar en las grandes ligas de un modo tan verosímil como las películas de perros en la NBA. Un acercamiento más ecuánime puede encontrarse en las crónicas que le han dedicado al tema autores como Al Alvarez, Colson Whitehead o Maria Konnikova.
El estigma del póker surge, sin duda, de su relación inherente con las apuestas. Habrá........